domingo, 13 de abril de 2014

La Unión de Escritores y Artistas de Cuba: Un espacio para la creación de valores

Inauguración del VIII Congreso de la UNEAC. Foto: Ladyrene Pérez/Cubadebate.
Hemos llegado al VIII Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) con confianza en nuestros principios y en la política cultural de la Revolución. Y cómo no iba a ser así si la UNEAC es un espacio excepcional en un planeta donde prevalecen el egoísmo y las guerras de rapiña. Que tengamos una organización como esta en un país acosado y bloqueado como el nuestro, es un privilegio.

El destino de la cultura en nuestro país, ha sido, es y será siempre motivo central de preocupación de la UNEAC, con la certeza de que aquella es la expresión más alta de la política y, como expresó Fernando Ortiz, el alma de la nación.

“Queda muchísimo trabajo por hacer, dijo el General de Ejército Raíl Castro Ruz el 1ro de enero de 2014, para ello contamos con la pujanza y compromiso patriótico de la gran masa de intelectuales, artistas, profesores y maestros revolucionarios, así como con la firmeza de nuestros centros de investigaciones sociales, universidades y de su estudiantado (…)”.
Con más de 9 mil miembros en la actualidad, la UNEAC, no ha hecho otra cosa, desde su génesis, que servir a los ideales más nobles de la Revolución.
La circunstancia en que se desarrolla este Congreso nos obliga a ser cada día más reflexivos y consecuentes ante el necesario e impostergable proceso de cambios que se está produciendo en la vida económica y social de Cuba. Las nuevas tecnologías han transformado de manera radical la creación, distribución y consumo de mensajes y expresiones, en su mayoría de signo colonial, ajenos totalmente a nuestra idiosincrasia.
Desde su fundación, la UNEAC es un laboratorio de ideas, un nicho de debates y un sitio para promover lo mejor y más valedero de la cultura cubana.
Nuestra membresía está en la obligación de aportar al mejoramiento de la vida espiritual y material con un diagnóstico justo y propuestas constructivas que tengan que ver con los problemas más acuciantes de la sociedad. Como expresé en la primera sesión de la Comisión Organizadora de nuestro Congreso, este no ha sido un camino de rosas, más bien un trecho largo y difícil donde hemos hallado algún que otro escollo.
La UNEAC es el Moncada de la Cultura. Asaltamos los cuarteles de la ignominia, de la estulticia, de la mediocridad, del lacerante coloniaje cultural. Tenemos que ser consecuentes con ello.
En 1961 comenzó un capítulo nunca antes transitado por los escritores y los artistas cubanos. No existe en ningún otro rincón de la Tierra una organización como la nuestra, que convoque a la vanguardia artística e intelectual en todas sus disciplinas.
Hemos estado unidos en lo esencial, es decir, en el apego a los valores más legítimos de la cultura y en la reafirmación de la identidad espiritual de nuestro pueblo.
Palabras a los intelectuales, de Fidel, abrió un camino nuevo en la cultura cubana, con una incidencia directa en la población, depositaria de un patrimonio vivo que era necesario rescatar. El impulso creativo de aquel discurso alimentó un espíritu unitario que hizo que la mayoría se identificara con él.
Muchos escritores y artistas cubanos vivían en un estatus de desamparo social, aislamiento y olvido. Revertir aquella situación constituyó una de las razones primarias de nuestra organización.
El poeta Nicolás Guillén, elegido presidente en el Primer Congreso, con un amplio reconocimiento dentro y fuera de Cuba, fue portador del espíritu colectivo que resultaba imprescindible en aquel momento. Y fue él mismo expresión de la vanguardia política e intelectual de nuestra historia. Su ejemplo nos ha servido siempre para articular de manera orgánica la promoción de la obra artística y literaria y nuestra vocación participativa, ciudadana.
Durante estos últimos seis años asistimos a un proceso de perfeccionamiento de la organización. Se ha fortalecido el trabajo en equipos, y se cumplió rigurosamente el cronograma de las sesiones del secretariado y la presidencia, ahora llevados fuera de la capital, a todas las provincias.
Realizamos ocho Consejos Nacionales en los que se ha debatido sobre una vasta agenda la realidad social y cultural, con especial énfasis en temas importantes como arquitectura, urbanismo, problemática racial, economía de la cultura, trabajo comunitario, Ley Tributaria y política internacional. Asuntos sensibles se han dilucidado con las más altas instancias de la dirección del país, sin eslabones intermedios. La transparencia ha contribuido al retroceso de antiguos prejuicios y rezagos burocráticos, garantía de un diálogo verdaderamente franco y plural.
Ese intercambio fecundo y permanente también ha tenido lugar en los Comités Provinciales y Municipales de la UNEAC. A lo largo del país, las autoridades territoriales cuentan con los criterios y las acciones de nuestros miembros para llevar adelante programas locales de desarrollo.
Un diseño racional de los eventos nacionales e internacionales nos ha permitido lograr una mayor convocatoria y más alta calidad en sus proyecciones artísticas, a la vez que un eficiente uso de los recursos disponibles.
Con el apoyo del Ministerio de Cultura y su Comisión Nacional de Patrimonio, logramos declarar Monumento Nacional al edificio de 17 y H que ocupa la sede de la UNEAC en la capital. Se abrieron espacios de debates en varias Asociaciones Nacionales y en las provincias. Se creó la Comisión Aponte, para abordar los temas relacionados con la discriminación y los prejuicios raciales, con reflejo importante en todos los territorios del país. Sus resultados han sido llevados a la Asamblea Nacional del Poder Popular, y un documento anexo entregado a todos los delegados a este Congreso, testimonia el trabajo realizado en este sentido.
Se crearon premios internacionales con el propósito de visibilizar nuestra organización y realzar figuras que encarnan valores de la cultura universal que han sostenido vínculos profundos con nuestro país. Estos premios llevan los prestigiosos nombres de Dulce María Loynaz, Dora Alonso, Raquel Revuelta, Josefina Méndez, Sol Pinelli, Harold Gramatges, Miguel Matamoros, Tomás Gutiérrez Alea, René Portocarrero, Alberto Korda, Enrique Santisteban y Amaury Pérez.
Hemos cultivado la solidaridad, no como un principio abstracto, sino en la búsqueda de soluciones, hasta donde ha sido posible, para abordar problemas muy complejos y difíciles. Han recibido esmerada atención miembros de avanzada edad, enfermos, o con situaciones legales de diversa índole. Esta ha sido una inviolable prioridad de la presidencia.
Nuestros vínculos con los organismos centrales del estado y las organizaciones sociales y de masas se han consolidado. Recientemente reanudamos el diálogo con el Ministerio de Turismo en pos de nuestros objetivos comunes: presentar en sus instalaciones lo más auténtico de la cultura cubana.
Hemos trabajado con especial énfasis por fortalecer la comunicación con las instituciones del Ministerio de Cultura y con el Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT). Las discusiones en las plenarias previas al Congreso en las Asociaciones y las filiales confirmaron la importancia de defender instituciones culturales que canalicen y apoyen la creación, pero también revelaron la urgencia de una renovación que contemple el adecuado redimensionamiento de sus estructuras y mecanismos, que las haga realmente flexibles, operativas y ajustadas tanto a los requerimientos promocionales de la obra de escritores y artistas, como a los nuevos escenarios económicos que se perfilan en la nación.
Ratificamos que resulta imprescindible perfeccionar la política de cuadros en el sector cultural, de modo que aquellos que toman las decisiones día a día se identifiquen con la naturaleza misma de la creación, establezcan una verdadera relación con los escritores y artistas y estén atentos a las necesidades espirituales de la población.
Se aprecia a escala nacional una mayor contribución de nuestras asociaciones y filiales a la vida cultural. Ediciones Unión ha recibido numerosos premios en Ferias del Libro dentro y fuera de Cuba, así como Premios de la Crítica a títulos de autores cubanos. Nuestros espacios de exhibición han mostrado lo mejor de las artes plásticas cubanas. La galería Villa Manuela en poco tiempo ha conseguido prestigio internacional. También valiosos músicos, artistas escénicos, de la radio y los medios audiovisuales han encontrado reconocimiento entre nosotros. Varios de los más sobresalientes creadores fueron distinguidos con la condición de Miembros de Mérito de la UNEAC y con el Diploma Nicolás Guillén por su contribución a la sociedad.
La Dirección de Relaciones Internacionales ha realizado un trabajo eficiente en el establecimiento de vínculos con otras organizaciones no gubernamentales en el exterior, en un esfuerzo por propiciar el intercambio con otras culturas.
El Centro de Documentales Octavio Cortázar ha rescatado mediante sus producciones a figuras prominentes de la cultura cubana. Esas realizaciones se han divulgado en los medios masivos y forman parte del archivo audiovisual de la UNEAC.
Los días 5 de cada mes hemos apoyado la campaña de liberación de nuestros Héroes antiterroristas mediante veladas artísticas y acciones culturales.
Esencial para el cumplimiento de nuestra misión social al incidir directamente en la población, el trabajo comunitario se ha extendido y desarrollado cualitativamente con la eficacia de sus gestores y el apoyo del Centro para el Intercambio y Referencias de Iniciativas Comunitarias (CIERIC), que ha sido fundamental.
Como nunca antes, y como parte de una política intencionada, nuestra organización fortaleció los nexos con la Asociación Hermanos Saíz. Jóvenes creadores de prestigio se han incorporado a nuestra membresía y de conjunto hemos facilitado espacios para la promoción y el debate entre artistas e intelectuales de varias generaciones.
Desde el inicio de nuestro mandato hemos puesto freno a tendencias demagógicas, carentes de rigor, que condujeron al crecimiento excesivo de algunas asociaciones y a la presencia entre nosotros de miembros que no son merecedores de esta condición y desfiguran el perfil de nuestra organización. En el periodo que concluye comenzamos a aplicar una política de exigencia, que se deberá reforzar para que la UNEAC represente efectivamente lo más avanzado del movimiento intelectual del país y con propiedad podamos definirnos como una vanguardia.
Una pregunta que debemos hacernos cada día es si somos verdaderamente esa vanguardia o no. Para ello tendremos que dar preeminencia en nuestros foros y debates a los temas de la creación, al análisis de las tendencias estéticas contemporáneas y al reflejo de estas en nuestra labor cotidiana. No somos una agrupación gremial como muchos pueden pensar. Tampoco un organismo ejecutivo que dicte leyes o documentos normativos. Somos una organización que debe promover la cultura, y con ello contribuir a restañar el tejido espiritual de la nación.
Es nuestro deber enfrentarnos, y así lo hemos hecho, a todas las formas de corrupción e indisciplina, al despilfarro y al desorden que contradicen la esencia de la UNEAC.
El diálogo permanente y analítico con las instituciones ha sido piedra angular en el combate contra los vicios que laceran la política cultural revolucionaria. En reiteradas ocasiones hemos tenido que enfrentar criterios economicistas que obstruyen el desarrollo fluido y orgánico de la creación.
No pretendemos negar determinadas funciones del mercado en la valoración y la circulación de la producción artística y literaria; pero el artista que apuesta ciegamente por él, corre el riesgo de enajenarse, de perder su esencia. El mercado no puede dictar la política cultural; esta depende, para su plena realización, de muchos otros factores y razonamientos, y sobre todo de una vocación ética y de la defensa de principios humanistas y solidarios.
La filosofía que ha defendido la comisión Arte, Mercado e Industrias Culturales es que si estamos obligados a cambiar los modelos de producción cultural vigentes, por su obsolescencia y por las circunstancias económicas del país, debe hacerse a partir de propuestas, elaboradas en diálogo y consenso entre las instituciones y los creadores. No hay mejor manera de avanzar por caminos seguros hacia las transformaciones necesarias.
En la actualidad, a partir de ineficiencias en el funcionamiento de entidades y empresas, son reconocibles tendencias que promueven la reducción del papel del estado en la gestión de la actividad artística. Sin embargo, los que piensan que los problemas se solucionarían debilitando los mecanismos institucionales no tienen en cuenta las nefastas consecuencias que ello puede acarrear, al erosionar los fundamentos de nuestra política cultural.
Reconocemos y respaldamos la nueva hornada de trabajadores por cuenta propia que se suma al desarrollo del país a partir de la gestión no estatal, pero también con modestia hemos insistido en que no pertenecemos a ese sector de la sociedad. La diferencia radica en la propia naturaleza de la creación artística y literaria, al generar esta, valores patrimoniales y espirituales. Un porcentaje significativo de nuestros artistas e intelectuales trabaja de forma independiente y contribuye con obras que hacen mucho más rico y diverso el panorama de nuestra cultura.
Considerables, aunque insuficientes todavía, han sido nuestros esfuerzos por hacer visibles e irradiar socialmente esos valores. En ello desempeña un papel fundamental la crítica artística y literaria, asignatura aún pendiente, sobre la que tendremos que reflexionar para hallar vías efectivas que la estimulen y promuevan. Estamos en la obligación de ofrecer referencias y ayudar a establecer jerarquías culturales sólidas entre nuestros contemporáneos, de modo que sea cada vez más difícil quedar a merced de las manipulaciones hipnóticas de las industrias culturales hegemónicas o sucumbir a la pérdida de la identidad y la memoria histórica.
Las jerarquías culturales, que solo las legitima el tiempo, tienen que visibilizarse y estar bien definidas a la luz pública. Debemos junto al Ministerio de Cultura y los medios masivos de comunicación, conciliar políticas y colocar las contribuciones sustanciales de la cultura en el lugar que les corresponden. Si algo se convirtió en tema central en la comisión Cultura y medios, fue la necesidad de promover, hoy más que nunca, el verdadero talento.
No podemos jamás desconocer la persistencia de los enemigos históricos de nuestro pueblo, de quienes pretenden dividirnos, fracturar y anular el movimiento artístico e intelectual de la isla.
Hace solo unos días la agencia estadounidense Associated Press reveló un plan del gobierno de los EE.UU. para promover la subversión en Cuba a través de las nuevas tecnologías. Con la intención de desencadenar una “primavera cubana” se preparó el lanzamiento de una red de mensajería diseñada para llegar a cientos de miles de jóvenes para crear situaciones de desestabilización en el país y provocar cambios en el orden político.
Sueñan con derrocar la Revolución Cubana, ahora a través de métodos más sutiles y con el apoyo de sofisticadas tecnologías. Su intención: crear una fisura generacional, destruir el consenso y desmovilizar nuestra capacidad de pensar.
El pensamiento no es un adorno que uno se coloca en la cabeza; es el cúmulo de ideas que el ser humano va procesando a lo largo de su vida y que expresan su punto de vista sobre todas las cosas. Con pensamiento, como escribió José Martí es como se ganan las batallas, y esta es una batalla de pensamiento.
No perderemos el derrotero que nos señaló Fidel cuando en los momentos más dramáticos del Período Especial dijo “la cultura es lo primero que hay que salvar”, lema que guía este Congreso.
Otro de los análisis emprendidos en este foro ha sido la necesidad de preservar y proteger lo excepcional en la calidad de la imagen de nuestras ciudades cubanas, partes esenciales del patrimonio de la nación. Como se expresó en la comisión Ciudad, Arquitectura y Patrimonio, se requiere que todo estudio y acción sobre las ciudades parta de un enfoque cultural del desarrollo sostenible, desde el punto de vista social, económico y ambiental. En esta perspectiva la preservación del patrimonio urbano desempeña un papel fundamental.
Ningún bien cultural contiene tantos significantes políticos, socioeconómicos y medioambientales, como las ciudades. Nunca una obra de arte expresó más claramente ser el resultado de una construcción colectiva y, además, ser sumatoria de manifestaciones individuales articuladas entre lo tangible y lo intangible. El criterio de que la arquitectura solo tiene valor constructivo sin considerar su verdadera trascendencia cultural, es una de las razones que ha limitado su valor como manifestación artística, y como definición espiritual y estético-ambiental del hábitat de los cubanos.
En este VIII Congreso, el vínculo entre Cultura, Educación y Sociedad es una prioridad para nuestra organización, y por ello han sido esenciales las reflexiones de la comisión que debatió sobre estos temas. Durante los últimos años, los vasos comunicantes entre dichos conceptos y sus expresiones motivaron debates, propuestas y acciones en el seno de nuestra organización, que se darán a conocer y serán sometidos a un nuevo análisis en las sesiones de este encuentro.
Aun cuando esta problemática ha constituido un frente permanente en la agenda de la UNEAC, en meses recientes lo hemos abordado, y lo haremos ahora, a la luz de los pronunciamientos formulados por el Presidente Raúl Castro en la Asamblea Nacional del Poder Popular el 7 de julio de 2013, cuando con toda crudeza denunció “el acrecentado deterioro de valores morales y cí­vicos, como la honestidad, la decencia, la vergüenza, el decoro, la honradez y la sensibilidad ante los problemas de los demás”, pero también expresó confianza acerca de que “la pérdida de valores éticos y el irrespeto a las buenas costumbres puede revertirse mediante la acción concertada de todos los factores sociales, empezando por la familia y la escuela desde las edades tempranas y la promoción de la Cultura, vista en su concepto más abarcador y perdurable, que conduzca a todos a la rectificación consciente de su comportamiento”.
Los escritores y artistas agrupados en la UNEAC asumimos como una de nuestras razones de existir la necesidad de contribuir a la formación y promoción de valores éticos y cívicos. Aspiramos a que nuestro pueblo no sólo sea instruido, sino culto. Una vez más tenemos en Martí un guía cuando nos recuerda que “el pueblo más grande no es aquel en que una riqueza desigual y desenfrenada produce hombres crudos y sórdidos, mujeres venales y egoístas: pueblo grande, cualquiera que sea su tamaño, es aquel que da hombres generosos y mujeres puras”.
La Unión de Escritores y Artistas de Cuba deberá ser consecuente con el ideario del Apóstol en la salvaguarda de lo más puro de nuestra cultura.
*Texto leído en la primera sesión plenaria del VIII Congreso de la organización.

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