martes, 23 de abril de 2013

Venezuela, nuestra pasión

Los 11 jefes de Estado de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) decidieron por consenso reconocer a Nicolás Maduro como presidente de Venezuela, pedir que se complete el conteo de votos y se investigue los hechos de violencia del domingo, llamando a respetar los resultados oficiales. Esto ha provocado una reacción histérica en Lima. Mario Vargas Llosa condenó la resolución, lo cual es lógico, pues él demanda nuevas elecciones, algo que ni siquiera Capriles –que ha declarado que no ha pedido a ningún presidente desconocer el triunfo de Maduro– ha planteado. Fernando Rospigliosi ha atribuido la resolución a una suerte de canje de activos a futuro: yo te apoyo hoy y luego tú me apoyarás cuando quiera reelegirme, lo que sólo tendría sentido si los 11 mandatarios pretendieran reelegirse. Acusar a Piñera y Santos de prochavistas, por prestar su apoyo a este consenso regional, tampoco suena creíble.

Parece más consistente la interpretación que propone Steven Levitsky: los mandatarios reunidos decidieron apoyar los resultados de los comicios venezolanos porque querían evitar sentar el precedente de que la elección de un presidente sea cuestionada, y este sea obligado a abandonar su cargo. La decisión (añado yo) caía por su peso, a pesar de los evidentes abusos a que se ha prestado la concentración del poder en manos de Maduro, porque no existen evidencias serias de fraude. El sistema electoral venezolano está considerado por el centro del ex presidente de los EEUU Jimmy Carter como uno de los más confiables y transparentes del mundo (http://on-msn.com/15AlaJk) y las irregularidades en una elección tan polarizada no justifican desconocer los resultados. Argumentos del estilo de que Maduro ganó “sólo” por el 1.5%, o que perdió un millón de votos en un mes, o que la boleta electoral mostraba 14 veces la foto de Maduro y 1 vez la de Capriles, son impertinentes, pues las reglas de juego con que se realizó la elección hacen 1.5% de votos sea suficiente: así lo aceptó Hugo Chávez cuando perdió el referendo del 2007 por 1.4% y acató los resultados. La pérdida de votos de Maduro demuestra que él no es Hugo Chávez y no ha heredado su carisma, pero ganó los suficientes para ser proclamado presidente. Y en la anterior elección, la foto de Capriles apareció 22 veces en la boleta electoral y la de Hugo Chávez 12, y entonces nadie protestó (http://bit.ly/XRs9sQ).
La preocupación de los mandatarios de Unasur no es gratuita. Honduras y Paraguay, donde se expulsó del poder a mandatarios democráticamente electos, muestran que, allí donde pueda, el gobierno norteamericano va a tratar de deshacerse de los gobernantes que no se alineen con sus intereses, sin preocuparse por la legalidad, como cuando brindó un entusiasta apoyo al golpe de la derecha venezolana contra Hugo Chávez el 2002. Los 11 mandatarios latinoamericanos prefirieron no sentar un precedente que brinde al gobierno norteamericano un margen de maniobra para intervenir en los asuntos internos de América Latina. Finalmente, para eso se ha creado la Unasur.
Es llamativa la pasión con que los analistas peruanos se han involucrado en un tema cuya resolución, a fin de cuentas, compete a los venezolanos. Se diría que nuestra democracia anda de maravilla y no tenemos problemas, así que debemos importarlos para involucrarnos pasionalmente. Aparentemente para que los atropellos contra la democracia y los derechos humanos, o los hechos de corrupción, sean materia de preocupación en el Perú es necesario que estos sucedan en Venezuela.
¿Se imaginan la indignación que habría provocado en el Perú la denuncia de que Hugo Chávez había indultado y conmutado penas a 5.500 delincuentes sentenciados, 3.774 de ellos narcotraficantes y entre estos a 400 condenados por narcotráfico agravado? ¿O la reacción si él hubiera mentido, afirmando enfáticamente ante la prensa que no había liberado a ningún narcotraficante, para, confrontado con las evidencias, desdecirse después, vanagloriándose de que “sólo” 176 delincuentes liberados habían reincidido y vuelto a prisión?
Mientras andamos solucionando los problemas de Venezuela, Sergio Tejada, el presidente de la megacomisión que investiga al gobierno de Alan García, ha denunciado que existe la amenaza de que la Fiscalía de la Nación –sí, la misma del imparcial compañero José Peláez Bardales– archive la denuncia por los narcoindultos, antes de que la comisión parlamentaria emita su informe. ¿Imposible?: ya lo hicieron con la de los colegios emblemáticos.
Si los corruptos vuelven a quedar impunes la culpa será nuestra.

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