viernes, 4 de octubre de 2013

Los drones han destruido a mi familia (+ Video)

Los niños, las principales víctimas.
Los hijos del maestro paquistaní Rafiq ur Rehman.
El ataque de un ‘dron’ sobre la casa del maestro paquistaní Rafiq ur Rehman mató a su madre, de 67 años, e hirió a varios de sus hijos. Tanto él como dos de sus hijos fueron invitados a EEUU para dar testimonio de su historia en la Cámara. Pero el Departamento de Estado no ha concedido visado a su abogado y no quieren viajar sin él. El abogado lleva tiempo ocupándose de los ataques con drones junto a la ONG británica Reprieve.

El continuo zumbido de aviones no tripulados basta para que los residentes de Waziristán del Norte, en Pakistán, habitualmente no quieran salir de sus casas. Esa devastada región de las pakistaníes Áreas Tribales Administradas Federalmente (FATA), se ha convertido en semillero de rebeldes en la frontera con Afganistán y la zona cero de la “guerra contra el terrorismo”, lanzada por Estados Unidos.
Desde 2004, se han contabilizado 335 ataques con drones que han dejado más de 3.400 personas muertas y numerosas heridas, según una estimación conservadora de la Fundación New America, con sede en Estados Unidos. Mientras el gobierno estadounidense sostiene que los ataques con aviones no tripulados, capaces de lanzar una lluvia de misiles desde 10.000 pies de altura, están dirigidos a los combatientes rebeldes y a miembros de la red Al Qaeda, los residentes de esa provincia montañosa denuncian que la población civil se lleva la peor parte.
Imad Ali, que vive toda la vida en Waziristán del Norte, ha perdido dos hijos en ataques de drones, que parecen incapaces de distinguir entre objetivos militares y civiles, y califica las ofensivas de “indiscriminadas e inaceptables”. Alí, junto a otros residentes de esa zona, con 30.000 habitantes, ha participado en manifestaciones masivas convocadas por el partido opositor “Pakistan Tehreek Insaf” (PTI), encabezado por el famoso jugador de críquet Imran Jan, para reclamar el cese de ataques contra no combatientes. “Perdí a mi esposa y a mi hija mayor en ataques de drones en febrero”, dice el maestro Mohammad Rafiq, de Waziristán del Sur. La oposición aumentará mientras sigan muriendo personas inocentes. “Pasamos noches sin dormir por la amenaza inminente de ataques de drones. La situación es especialmente difícil para los niños, que temen morir en cualquier momento”, añade.
Hay mucha gente ocupada contando la cantidad de muertos, y las personas heridas suelen quedar relegadas a una nota a pie de página. Rasool Bacha quedó herido por una metralla durante uno de estos ataques, en enero, mientras dormía en su casa de Dattakhlel, una pequeña aldea en la frontera con Afganistán. “Luego, en el transcurso de aquella mañana, me enteré de que cuatros vecinos murieron en el ataque”, recuerda Bacha en el hospital donde recibe fisioterapia tras la cirugía. “Todas las víctimas eran campesinos pobres, sin relación con la insurgencia”, remarca. “No es cierto que los drones matan a los rebeldes armados, cuando llueven destruyen todo lo que está en su paso”.
Todos los días, entre ocho y 12 aviones no tripulados sobrevuelan el espacio, explica y “los vemos con miedo, pese a que sabemos que la mayoría de los ataques ocurren al atardecer”, apunta.
(Con información de Guerra Eterna e IPS)

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